Cuando los sistemas de educación tradicional comenzaron a especializar el conocimiento con la pura intención de que el negocio creciera, empezaron a botar al mundo gente en la edad perfecta para que cambien su propia realidad, pero a quienes no se le ocurre esta posibilidad. Una de las razones de esta falta de iniciativa es que nos entrenan con el lente de una sola disciplina, que como todas, es incompleta, sesgada y desconectada.
Así como los gobiernos y las corporaciones nos quieren ver andando en líneas rectas sin romper las visiones más tradicionales, pareciera que así mismo nos quiere ver la universidad. Se hace lo posible para que los estudiantes no tengan perspectivas, incentivándolos a ser excelentes como individuos pero nunca como colectivos.
Y esto no sólo sucede en ámbitos académicos, la falta de interdisciplinariedad en la industria, en el gobierno, en las religiones, nos ha negado la posibilidad de ver la complejidad del mundo, de admirarla, y dejar que se convierta en incentivo para sentir la magia de la inmensidad.
La manera en que se transmiten las ciencias, consideran su desarrollo histórico como puramente instrumental y no filosófico. Como si el científico sólo descubriera y probara con enfoques netamente técnicos, y se negara que el descubrimiento científico es siempre guiado en primera instancia por la curiosidad (no las matemáticas) y sobre todo, por una manera diferente de ver el mundo.
Y aquí estamos, con la curiosidad cortada. Ser curioso es castigado en sociedad. El mejor ejemplo está en el desarrollo del discurso del sexo, que Michael Foucault bien analizó como un discurso de poder...
Uno de los grandes obstáculos para el acercamiento del hombre y la mujer común a las ciencias, aparte del no-acceso al conocimiento, y de todas los muchos ordenamientos socioculturales de poder, es que no hemos estimado la dimensión política, económica, social y religiosa de los avances científicos y tecnológicos. El único valor que le hemos visto es usar las ciencias como base de una aplicación del celular que colecta unos datos básicos y descresta con una idea vacía al dueño de la próxima start-up en silicon Valley.
Si más personas estimaran cómo los intereses políticos y de poder exacerbado han guiado los avances científicos entenderían que hasta la manera que pensamos está influenciada por, y sobre todo entendería que sí tal es la influencia de las ciencias y el desarrollo tecnológico para todas las esferas de la sociedad se dejaría de pensar qué
Las tecnologías digitales de información y comunicación han beneficiado al mundo, han amplificado nuestras capacidades, son más amigables con el medio ambiente pero también son un arma de exclusión y discriminación, para todos, desde la clase más alta hasta la más oprimida. La diferencia es que los primeros tienen las maneras de aprovechar la tecnología y los pobres todavía esperan un acceso decente a una conexión de internet, que ya ha sido incluso declarada como un derecho fundamental.
Veo el arte, el diseño y las prácticas creativas como un canal para desbloquear discursos de poder que nos permita hacer más con lo que tenemos y no nos restrinja a la lógica capitalista de la educación especializada. No le creo al título universitario como demostración de nada, ni de entendimiento ni capacidad de hacer, sino de la plata pagada y unos créditos cumplidos. Ya la época del individuo genio ha pasado. Somos comunidades genios.
Me interesa una educación alternativa, me interesa que los diseñadores no diseñen la próxima aplicación para celular que le hace la vida más fácil al rico, sino se interese por diseñar sistemas de protección de datos, procesos educativos, que informen la política pública, en vez de hacer sólo lo que al diseñador se le dijo que tenía que hacer. Es responsabilidad de muchos cranear un servicio astuto para lograr penetración de internet en áreas remotas, y luchar para que la última mujer en ese corregimiento tenga acceso decente al internet y pueda realmente actuar (no sólo ser aclamada) ciudadana en una patria democrática.
Así como los gobiernos y las corporaciones nos quieren ver andando en líneas rectas sin romper las visiones más tradicionales, pareciera que así mismo nos quiere ver la universidad. Se hace lo posible para que los estudiantes no tengan perspectivas, incentivándolos a ser excelentes como individuos pero nunca como colectivos.
Y esto no sólo sucede en ámbitos académicos, la falta de interdisciplinariedad en la industria, en el gobierno, en las religiones, nos ha negado la posibilidad de ver la complejidad del mundo, de admirarla, y dejar que se convierta en incentivo para sentir la magia de la inmensidad.
La manera en que se transmiten las ciencias, consideran su desarrollo histórico como puramente instrumental y no filosófico. Como si el científico sólo descubriera y probara con enfoques netamente técnicos, y se negara que el descubrimiento científico es siempre guiado en primera instancia por la curiosidad (no las matemáticas) y sobre todo, por una manera diferente de ver el mundo.
Y aquí estamos, con la curiosidad cortada. Ser curioso es castigado en sociedad. El mejor ejemplo está en el desarrollo del discurso del sexo, que Michael Foucault bien analizó como un discurso de poder...
Uno de los grandes obstáculos para el acercamiento del hombre y la mujer común a las ciencias, aparte del no-acceso al conocimiento, y de todas los muchos ordenamientos socioculturales de poder, es que no hemos estimado la dimensión política, económica, social y religiosa de los avances científicos y tecnológicos. El único valor que le hemos visto es usar las ciencias como base de una aplicación del celular que colecta unos datos básicos y descresta con una idea vacía al dueño de la próxima start-up en silicon Valley.
Si más personas estimaran cómo los intereses políticos y de poder exacerbado han guiado los avances científicos entenderían que hasta la manera que pensamos está influenciada por, y sobre todo entendería que sí tal es la influencia de las ciencias y el desarrollo tecnológico para todas las esferas de la sociedad se dejaría de pensar qué
Las tecnologías digitales de información y comunicación han beneficiado al mundo, han amplificado nuestras capacidades, son más amigables con el medio ambiente pero también son un arma de exclusión y discriminación, para todos, desde la clase más alta hasta la más oprimida. La diferencia es que los primeros tienen las maneras de aprovechar la tecnología y los pobres todavía esperan un acceso decente a una conexión de internet, que ya ha sido incluso declarada como un derecho fundamental.
Veo el arte, el diseño y las prácticas creativas como un canal para desbloquear discursos de poder que nos permita hacer más con lo que tenemos y no nos restrinja a la lógica capitalista de la educación especializada. No le creo al título universitario como demostración de nada, ni de entendimiento ni capacidad de hacer, sino de la plata pagada y unos créditos cumplidos. Ya la época del individuo genio ha pasado. Somos comunidades genios.
Me interesa una educación alternativa, me interesa que los diseñadores no diseñen la próxima aplicación para celular que le hace la vida más fácil al rico, sino se interese por diseñar sistemas de protección de datos, procesos educativos, que informen la política pública, en vez de hacer sólo lo que al diseñador se le dijo que tenía que hacer. Es responsabilidad de muchos cranear un servicio astuto para lograr penetración de internet en áreas remotas, y luchar para que la última mujer en ese corregimiento tenga acceso decente al internet y pueda realmente actuar (no sólo ser aclamada) ciudadana en una patria democrática.