El Instituto de Culturas en red (Institute of Network Cultures) publicó este libro sobre economía digital, editado por Geert Lovink, Nathaniel Tkacz y Patricia de Vries. Esta recopilación de ensayos de artistas y profesionales introduce marcos conceptuales que amplían la noción de dinero como medio de intercambio y manipulación, hacia nuevos entendimientos de la economía dada las posibilidades de intercambio en Internet. El libro ofrece posturas filosóficas sobre el capitalismo como marco donde se inscribe el internet y la necesidad urgente de crear y acceder a modos de producción y consumo más imaginativos y colaborativos, presentando algunos ejemplos desde el arte y el diseño, así como ensayos con el tono de manifiestos que le apuntan a la reestructuración completa de nuestros modelos económicos. Lo interesante de este libro es la naturaleza de las contribuciones. Los ensayos están escritos por artistas, diseñadores y profesionales creativos que no sólo proponen una nueva perspectiva para mirar nuestras dinámicas socioeconómicas, sino que hacen su voz visible a través de intervenciones y discusiones públicas. Este libro es particularmente interesante para las personas que quieren entender cómo la economía de red está transformando las premisas del modelo capitalista: la rivalidad, la competencia y la acumulación no son el objetivo de los sistemas económicos alternativos. Casi todo el libro aboga por los modelos financieros colaborativos en entornos digitales, rescatando lo que la economía como una disciplina no podía explicar durante muchos años: el hecho de que los seres humanos son irracionales y pueden expresar comportamientos cooperativos con otros, siempre y cuando las condiciones a su alrededor incentiven y favorezcan la cooperación. En el capítulo: “Midiendo valor en el ecosistema basado en los bienes comunes: cerrando la brecha entre los bienes comunes y el mercado”, los autores utilizan el caso de Maya, una jóven que escribe para Wikipedia y Creative Commons, pero no está segura del valor de sus contribuciones, y su familia no entiende por qué gasta tanto tiempo trabajando en cosas que no dan dinero a cambio. Las preguntas planteadas por los autores (que Maya podría estar imaginando) son:
Sabir es un indicador cuantificable (o un algoritmo) que mide el valor social de las diferentes plataformas basadas en los bienes comunes. Este indicador ayuda a identificar el valor generado por los individuos a los comunes y evaluarlo a través de un denominador común. El sistema es una red de confianza entre plataformas que trabajan con la lógica de los comunes, las cuales pueden regular la entrada de plataformas que no trabajan con la misma lógica, como por ejemplo Skype. Esto significa que la red filtra y discrimina a los jugadores. Cada plataforma recibe cupones para distribuir entre las personas que contribuyen a ellos. Los cupones se convierten en un denominador común de valor y una vez que una persona los adquiere, los cupones se pueden almacenar en una cartera personal. Los cupones se pueden intercambiar por recompensas "en el mundo físico”, como por ejemplo, una hamburguesa de queso en Mc Donald's o una licencia gratuita para Adobe Photoshop. Los autores argumentan que este sistema puede motivar a la gente a contribuir a los bienes comunes por los beneficios que pueden adquirir de algunas empresas, y a diferencia de las monedas convencionales que se pueden transferir a un individuo a otro, el indicador de Sabir se asociaría con la misma persona por siempre. El capítulo se complementa con fórmulas y algoritmos. Aunque las intenciones de la propuesta abordan un aspecto muy delicado de los bienes comunes (su valoración y el equivalente del valor de los bienes comunes en la economía de mercado), hay algunas consideraciones filosóficas sobre la noción de información y conocimiento como un bien común, que son bastante débiles. Creo que las contribuciones de Maya a Creative Commons (de hecho independiente de su calidad) reciben una remuneración poderosa: los comentarios en sus publicaciones, el fomento de conversaciones off-line con sus ideas, tener más visitantes a sus sitios web, generar debates o incluso “likes" en las redes sociales. El hecho de que sean recompensas inmateriales no significa que no sean relevantes. (Parte de un programa de alfabetización digital es reconocer formas de altruismo). Maya es una jóven que, al contribuir, está demostrando cierto nivel de confianza en su inteligencia e incluso en su identidad de género, porque bien se han identificado las brechas para las mujeres al expresar su opinion en plataformas de internet. Por consiguiente, cuantos más debates sus contribuciones generen, más se empodera a otros a acceder conocimiento y tener una opinion, y así seguimos evidenciando el potencial de Internet. No veo la necesidad particular de medir tal empoderamiento con una métrica, donde se trata de personas que se sienten aceptadas en una comunidad específica. El sistema Sabir es interesante en el sentido que propone recompensar como un incentivo para mantener a las personas contribuyendo a los comunes, pero al mismo tiempo prefiere la cantidad sobre la calidad. En un Internet manipulado por intereses corporativos y gubernamentales, así como las numerosas amenazas a los derechos humanos en la red, el derecho a expresar una opinión ahora significa la erosión del internet como espacio común, y el derecho a la conectividad significa pérdida de privacidad automática. No todo el contenido creado por una persona está beneficiando a la comunidad. Ejemplos simples incluyen vandalismo en Wikipedia o trolls en twitter. Por otra parte, el proyecto Sabir propone que los cupones deben ser propiedad exclusiva de una persona. Esto es problemático, ya que Internet es un gran depositario de "Knowledge commons” o Conocimiento Común, que son de naturaleza no propietaria. El concepto de 'Común' desafía la concentración de poder por pocos, y favorece la distribución del acceso y las oportunidades. Si las recompensas son propiedad de individuos, el sistema terminará contribuyendo a la individualización de los beneficios y por lo tanto incentivando la rivalidad entre contribuyentes. Lo que necesitamos en este sentido es hacer del sistema una infraestructura de propiedad comunitaria o colectiva. Continuando con la idea de recompensas, el proyecto Sabir promueve hamburguesas de Mc Donald's o licencias de Adobe como intercambio de valor. Esto es una señal de que el sistema ha sido pensado como transaccional por naturaleza, dejando de lado las responsabilidades a nivel comunitario. Apoyar el software de código abierto por un lado, y la explotación ambiental y laboral en manos de McDonalds por el otro, no es una causa congruente. El ejemplo de Adobe también es incongruente. Los profesionales creativos no pueden confiar más en software de código cerrado y pagado como lo es Adobe. Es insostenible y limita nuestra imaginación de lo que es gráficamente posible. Si el incentivo para que la gente escriba en Wikipedia es comer en Mc Donald's, entonces parece que la hamburguesa no está creando más artículos de Wikipedia, sino perpetuando la manipulación corporativa de todos los posibles puentes entre nuestras vidas en línea y no-en línea. Pensar en un sistema para valorar las contribuciones a los bienes comunes es un debate necesario. El proyecto Sabir está dando un paso para aclarar una respuesta y se necesita más debate. De hecho, creo que es necesario ampliar los enfoques para valorar Wikipedia, no necesariamente como el valor del tiempo puesto por todos sus voluntarios. Si se usan métodos económicos tradicionales, se podría medir valor según los retornos en publicidad, pero Wikipedia no tiene ninguna. ¿Es Wikipedia el valor de los ingresos desplazados de Encarta, Britannica, World Book y Colliers? ¿O es Wikipedia el valor para los usuarios, y los ahorros de tiempo que ofrece? ¿Qué concepto de valor es apropiado, cómo se implementa y cómo se puede medir su crecimiento? Las respuestas a quién o a qué estamos contribuyendo está cambiando rápidamente, pues las nuevas empresas o ´start-ups´ de código abierto son adquiridas constantemente por corporaciones gigantes. El valor de los bienes comunes no es una medida, sino un ecosistema, entremezclado con fuerzas de mercado más grandes.
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